LA ÉPOCA DEL ORDEN Y EL PROGRESO



La consolidación de Díaz en el poder no fue una tarea fácil. Con su llegada existían varios bandos políticos que ambicionan el poder tanto como Díaz. Juaristas, lerdistas e imperialistas eran algunos de los grupos a los de Porfirio debía conciliar si no quería  tener problemas en su gobierno. Incluso la iglesia católica, mostrada resistencia al gobierno por la aplicación de las leyes de reforma que afectaron sus intereses al amortizar sus bienes. El reto de su mandato presidencial  era, entonces, unificar y cohesionar las fuerzas políticas y regionales, otorgar legitimidad y legalidad al régimen, respetando o aparentando respetar la constitución, y lograr el reconocimiento internacional.

Manuel Romero Rubio
En esta búsqueda de conciliación, Díaz optó por dos caminos: la conciliación o la negociación. Por ejemplo, conservó  a los grupos que lo apoyaron  en el plan de Tuxtepec, pero también atrajo a viejos opositores,  de tal forma que en 1884, solo un ministro  de Estado podía ser calificado como Porfirista; en cambio, había dos juaristas, dos lerdistas y un imperalista. Su unión matrimonial con Carmen Rubio, hija del ex lerdista Manuel Romero Rubio  sellaba su compromiso con esta facción.

Si bien las leyes anticlereciales estaban vigentes, Díaz no las aplicó todas. Admitió que la iglesia recuperara propiedades, que se reinstalara el clero secular (frailes y monjas) y que se fundaran  congregaciones  consagradas a la educación  y a la atención de enfermos.

También variable era el vínculo de don Porfirio con gobernadores y caudillos. En forma general, el presidente buscó colocar a la cabeza de los estados hombres que le fueran leales y que contaran  con el consenso de los otros grupos de la zona. Si sus partidarios –muchas veces caciques- cumplían con ambas condiciones, los separaba del poder militar pero los ayudaba a ocupar la gubernatura o a mantenerse en ella; si no cumplían con los requisitos, los alejaba de la esfera política, pero les brindaba medios para enriquecerse. Así se ganó a los miembros locales o los debilitó, y logró que las gubernaturas fueran ocupadas por hombres que le fueran fieles, a quienes dejaba cierta libertad, pues no intervenía en su gestión si garantizaba la paz de la región.
El reconocimiento del extranjero era necesario para consolidar su gobierno, por eso recurrió a las relaciones diplomáticas con diferentes países, así brindó garantías y privilegios para recuperar el estatus del país a nivel internacional.  ¿Ahora te explicas por qué estuvo tanto tiempo en el poder?


Gabinete de Dïaz






Desarrollo económico




En el campo hubo grandes cambios. Primero con la modernización de las formas de producción. Los agricultores e industriales pudieron vender sus productos en muchos otros lugares: introdujeron abonos y mejores herramientas. Las haciendas modificaron sus formas de trabajo y de propiedad, ya que muchas tierras pasaron del régimen de propiedad comunal al régimen de propiedad privada. Pero  esto afectó a muchos campesinos. ¿Por qué?

En la propiedad comunal una gran extensión de terreno pertenecía a toda la comunidad y todos la trabajaban, apoyándose mutuamente: unos ponían sus herramientas o la semilla, mientras otros ofrecían el agua del río que pasaba por su casa. Con el régimen de propiedad privada cada propietario cultivaba sus productos. Los campesinos que no cantaban con suficientes recursos tuvieron que vender sus tierras y pasaron a ser peones de grandes hacendados que poco a poco fueron adquiriendo nuevas tierras. Por consecuencia, la tierra quedó concentrado en pocas manos.

Durante las últimas décadas del siglo XIX, México vivió un proceso de industrialización. Para 1883 existían alrededor de 3000 establecimientos industriales, de los cuáles la mayoría se dedicaban a la industria alimentaria: aceites, aguardientes, azúcar, chocolate, dulces, pastas, vinos.

El desarrollo industrial que tuvo México durante el Porfiriato fue muy superior al de la mayor parte de los países de América Latina y de Asia. Sin embargo, los privilegios que el gobierno daba a sus allegados propició una distribución injusta y desigual de los recursos económicos entre los mexicanos.


El ferrocarril favoreció la demanda de tabaco, henequén, café, azúcar y plata. El desarrollo de las industrias y la inversión extranjera impulsaron  la venta de estos productos.

La cantidad de nuevas construcciones a principios del siglo XX estuvo acompañada de condiciones de trabajo terribles, pues a los trabajadores se les insultaba o golpeaba con frecuencia, y también se les multaba por descomponer las máquinas o por silbar, y podían ser despedidos injustificadamente en cualquier momento.